Casa circular (prototipo)

La vivienda como organismo autosuficiente: un manifiesto de resistencia arquitectónica

Este prototipo plantea una nueva forma de habitar el espacio, donde la arquitectura deja de ser un refugio pasivo para convertirse en un organismo viviente, autosuficiente y adaptable. Sostenida por una única columna central, la vivienda se desprende del terreno, estableciendo una relación mínima con su entorno físico, pero una conexión máxima con el medio natural. Este gesto audaz nos recuerda a las utopías funcionales de Buckminster Fuller, pero desde una visión más cruda y brutal, propia de los tiempos contemporáneos.

Una forma circular que abraza la autosuficiencia

La geometría circular de la vivienda, en lugar de ser un simple capricho formal, responde a la necesidad de eficiencia y optimización del espacio. Esta disposición no solo facilita la circulación interna, sino que también promueve una ventilación natural constante, un recurso fundamental en la autosuficiencia energética del proyecto. La estructura, compuesta por encofrados reutilizables de chapa, se inscribe dentro de un enfoque modular y sostenible, resonando con las propuestas industriales de Jean Prouvé, quien defendía la adaptabilidad como pilar arquitectónico.

El techo, más que una cubierta, se convierte en un ecosistema viviente: una huerta que no solo genera alimentos, sino que también recolecta agua de lluvia para almacenarla en tanques subterráneos integrados en las fundaciones del edificio. Este ciclo cerrado de recursos transforma el techo en una máquina funcional, muy en la línea de las utopías sostenibles de Fuller, donde cada componente de la arquitectura sirve a un propósito vital.

Materialidad brutalista: honestidad estructural y estética cruda

La elección de los materiales es clave en este prototipo. El hormigón, la chapa y el vidrio se presentan en su forma más pura, sin revestimientos ni artificios. Esta honestidad material recuerda las lecciones del brutalismo, donde la estética y la estructura son inseparables, pero en este caso se actualiza con una sensibilidad contemporánea hacia la sostenibilidad. Es imposible no evocar la obra de Alejandro Aravena, cuya arquitectura social de hormigón crudo busca respuestas pragmáticas a los desafíos del siglo XXI, donde la durabilidad y la eficiencia energética son esenciales.

Cada material tiene una razón de ser: el hormigón aporta resistencia y durabilidad, la chapa ligera garantiza la repetición modular, y el vidrio permite la interacción controlada con el entorno. Juntos, estos elementos no solo componen una estética cruda, sino que también facilitan la autosuficiencia de la vivienda, un claro eco de las filosofías high-tech que conciben la tecnología como un componente vital, pero invisible.

Tecnología discreta, autosuficiencia vital

Aunque el diseño evoca el brutalismo, el proyecto también se posiciona dentro de la corriente high-tech en su enfoque hacia la autosuficiencia energética. Los sistemas tecnológicos—paneles solares, aislamiento térmico avanzado, sistemas de captación y almacenamiento de agua—se integran en el diseño de forma discreta, sin que la tecnología predomine visualmente. Aquí, la tecnología no es un lujo futurista, sino una herramienta esencial para garantizar la resiliencia de la vivienda en cualquier contexto.

El sistema de paneles solares abastece tanto las necesidades energéticas de la vivienda como la calefacción de la piscina, mientras que los colectores solares complementan el ciclo autosuficiente al generar agua caliente sanitaria. Este enfoque de independencia energética recuerda la arquitectura metabólica japonesa, donde la adaptabilidad y los ciclos autosostenibles eran las respuestas a un mundo en constante cambio.

Una vivienda elevada y adaptable: diálogo con el entorno

A diferencia de la mayoría de los proyectos que buscan integrarse en el paisaje, esta vivienda se eleva sobre él, marcando una diferencia radical. Su relación con el terreno es mínima, pero su interacción con el entorno es profunda, aprovechando los recursos naturales sin modificar drásticamente el paisaje. Esta flexibilidad le permite adaptarse a prácticamente cualquier geografía o clima, una visión que encuentra resonancias con las utopías autosuficientes y móviles de Archigram, donde la arquitectura es un agente de supervivencia y adaptación.

Esta vivienda es, en esencia, un ecosistema arquitectónico que genera, recolecta y almacena los recursos necesarios para su funcionamiento, sin depender de infraestructuras externas. No solo responde a las exigencias energéticas y de sostenibilidad del presente, sino que también se proyecta hacia un futuro donde la autosuficiencia y la resiliencia serán las claves para la habitabilidad.

Una nueva forma de habitar

Este prototipo representa una nueva dirección para la arquitectura contemporánea. En un mundo en el que las crisis climáticas y sociales plantean desafíos sin precedentes, la vivienda autosuficiente se convierte en una solución radical y necesaria. La obra no solo se sostiene por su ingenio estructural y material, sino por su capacidad de generar, recolectar y gestionar los recursos esenciales para la vida diaria.

Con influencias que van desde el neo-brutalismo de Le Corbusier y Alejandro Aravena, hasta las utopías high-tech de Foster y Fuller, esta vivienda se posiciona como un modelo de resistencia y adaptación frente a las realidades del siglo XXI. No es solo una obra de arquitectura, es una propuesta sobre cómo habitar el futuro de manera eficiente, resiliente y autónoma, fusionando la crudeza material con la innovación tecnológica.

2014 Arq. Guillermo Yias Experimental, Sustentable, Viviendas